
Eficiencia energética en IoT: el ecosistema LoRa
El Internet of Things (IoT) funciona a través de la agrupación e interconexión de dispositivos y objetos a través de Internet donde todos son visibles y capaces de interaccionar entre sí. El abanico de dispositivos interconectados es muy amplio y abarca desde sensores hasta coches o incluso la ropa. ¿Y por qué no? También los dispositivos y electrodomésticos más cotidianos de nuestro día a día como puede ser la nevera.
El IoT es un área con un enorme potencial de crecimiento económico. Según el estudio El Internet de las cosas: Ponerse al día con una oportunidad acelerada elaborado por la consultora McKinsey & Company, en 2030 el IoT podría generar entre 5,5 y 12,6 billones de dólares en todo el mundo. Según este mismo informe, no ha crecido a un ritmo tan rápido y acelerado como se esperaba inicialmente, pero aún tiene un amplio margen de crecimiento.
A la hora de aplicar el Internet de las Cosas a nuestros hogares, es importante hablar del papel que la domótica juega en este ecosistema digital.
La domótica de una casa está formada por el conjunto de sistemas y tecnologías que son capaces de aportar seguridad, bienestar y comfort a una casa a través de la gestión inteligente de la energía, las comunicaciones, iluminación o cualquier otro elemento de la vivienda e incluso un edificio completo. Estos sistemas pueden estar formados por redes interiores y exteriores de comunicación y en formato tanto cableado como inalámbrico.
En una instalación domótica, los diferentes dispositivos que integran una red o sistema domótico utilizan una red Wifi para poder enviar y recibir la información y también para conectarse con el usuario.
Los dispositivos conectados normalmente son electrodomésticos, dispositivos de luz, equipos de climatización o ventilación (calefacción o aire acondicionado), persianas, toldos, etcétera. De hecho, prácticamente cualquier dispositivo susceptible de disponer de capacidad de comunicación con el sistema central programable podría integrar el ecosistema domótico del hogar.
Lo más atractivo de conseguir esta conectividad en los dispositivos que tenemos en casa es lograr mejorar nuestra calidad de vida o eficiencia energética e incluso crear ecosistemas domésticos más confortables.
Cualquier dispositivo en el que, en principio, sería difícil imaginar su aplicación al IoT, es posible instalar un artefacto que envíe información de forma independiente a otros dispositivos o a una nube que tenga la capacidad de controlarlos o tomar decisiones. Así, es como se consigue una interconexión digital de los objetos cotidianos con Internet y se les convierte, en definitiva, en dispositivos inteligentes.
Una vez llegados a ese punto estaríamos en el proceso de crear una casa inteligente o Smart home, considerados como los hogares del futuro.
De forma específica, el IoT puede aplicarse a las viviendas de diferentes formas:
Gracias a sistemas de acceso de huella digital, cámaras conectadas entre sí y con aparatos móviles, alarmas automatizadas, vídeo en streaming o visión nocturna es posible conseguir hogares más seguros.
Es posible conseguir un encendido y apagado automático a través de una programación de la luz. También se pueden crear ambientes lumínicos específicos, por ejemplo, si el objetivo es conciliar mejor el sueño.
Si instalamos termostatos inteligentes podemos conseguir un uso más sostenible y eficiente de la energía debido a una combinación de sensores, algoritmos y computación en la nube. Todos ellos aprenden comportamientos para poder programar la temperatura perfecta en cada momento.
Imagina poder conectar el chip de tu mascota con tu teléfono móvil para que siempre esté localizada, incluyendo alertas de geolocalización y monitoreo de su actividad. Gracias al Internet de las Cosas, todo esto es posible.
La conectividad de los dispositivos no tiene por qué limitarse únicamente al interior de la casa, también puede aplicarse al jardín. De hecho, la jardinería inteligente se ha convertido en un área próspera que permite incorporar sistemas de rociadores automatizados y controlados a distancia o cortadoras de césped robotizadas.
También es posible automatizar, gracias a sistemas inteligentes, el aumento o disminución del suministro de agua o incluso recoger datos sobre los patrones meteorológicos para así poder decidir qué es mejor, si aumentar el riesgo o disminuirlo.
No obstante, no es oro todo lo que reluce, y aunque todas estas aplicaciones facilitan mucho el día a día de las personas, también es importante conocer los riesgos de convertir tu casa en una Smart Home.
Una de las amenazas más destacadas es la relativa a la privacidad y la ciberseguridad. Al tratarse de sistemas modulares y escalables, deben recoger todo tipo de datos, y, además, al estar conectado a Internet, los dispositivos están más expuestos y son más susceptibles a la hora de sufrir ciberataques cada vez más avanzados.
Estos ataques suelen estar dirigidos principalmente al robo de datos que afecta a la seguridad de esa información y, en última instancia, puede perjudicar a las personas que viven en esas casas.
Para evitar esta clase riesgos es fundamental mantener actualizados los dispositivos en todo momento, establecer contraseñas para acceder a los dispositivos y cambiarlas con frecuencia; y usar una conexión VPN siempre que sea posible.
Instalar antivirus y antimalware que protejan nuestra red y los dispositivos conectados a ella también es muy importante y, si se dispone de doble factor de autenticación u opciones de acceso biométrico, lo más recomendable es activarlos.
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